CUANDO LOS HIJOS NO QUIEREN SUCEDER AL PADRE

26 febrero, 2009

Érase una vez, un rey que convocó a tres caballeros para desposar a su hija. Por orden les hizo elegir entre tres copas: la una llena, la segunda llena por la mitad y la tercera vacía. El primer caballero tomó la copa llena y al beberla, cayó fulminado como efecto del veneno que contenía. El segundo caballero elogió la copa llena a medias que le provocó una muerta lenta y el tercero que había elegido la vacía fue quien pudo desposar a la princesa. El rey dio la siguiente explicación: quien tomó la copa entera por tentación, no merecía a la princesa pues no tenía nada para aportar. La copa a medio llenar estaba destinada a castigar al irresoluto, incapaz de tener claridad de sus criterios. Y el tercero, quien opta por la copa vacía era quien merecía a la princesa porque iba a aportar, utilizando la copa del rey para llenarla con su propia riqueza.

Este cuento se repite en el día a día en los ejemplos a los que tenemos acceso los Mentores. Hay padres que les entregan su empresa entera y una sucesión masiva a sus hijos que la toman y sufren toda su vida por no poder agregar nada propio a la copa llena que le fue ofrecida. ¡Quedan envenenados de por vida!

Por otro lado, vemos aquellos sucesores que toman la empresa por la mitad y no pueden agregar ni quitar nada y dejan languidecer hasta que las empresas se secan porque no reciben aportes significativos y tendrá una muerte lenta como empresario.

Y hay aquellos que toman de sus padres las enseñanzas, toman la copa vacía y la llenan con su propia entidad.

Hoy trataremos el caso de aquél al que no le interesa ninguna de las tres copas porque se siente capaz de ir a buscar su propia princesa, sin que nadie se la ofrezca haciéndole jugar juegos que pueden ser mortales y que lo obligan a tomar resoluciones de las cuales se siente extraño.

Hay padres que intentan entregar un “presente griego” a sus hijos en nombre de una sucesión proclamando: “Yo armé esta empresa para dejártela”.

¡Nada más alejado de la verdad!.

El empresario sueña un sueño a partir del cual realiza su propio proyecto de vida. No importa como haya llegado a armar la empresa de marras, pero siempre responde a un proyecto interior o tal vez le haya llegado transgeneracionalmente.

Y en todos los casos, se le ocurre entregar el fruto de este proyecto a quien él denomina “su sucesor”.

Proyecto que ya se acabó en su vida aunque él no tenga noción ni entendimiento. Por lo general, el empresario arma un proyecto en función de una identidad y una vocación que lo lleva a este fin (aunque muchos protesten que llegaron al rubro por una casualidad.)

Este proyecto hay un momento en la vida de la persona que se termina.

Quien es dueño de un local puede poner otro y otro más, pero no es más que la ampliación del mismo proyecto. Lo mismo quien tiene una fábrica, puede producir más y más mercadería, sin embargo, esto formará parte del mismo proyecto.

Pero hay un momento en que este proyecto se acaba.

Es el momento donde el empresario comienza a deprimirse sin siquiera darse cuenta y ya no le encuentra sentido ni al proyecto ni a su vida y es ahí donde busca, ni tan siquiera para compartirlo, ni para delegarlo, sino lisa y llanamente, para transferirlo y quedar liberado de esta carga.

Hay hijos o familiares que perciben semejante accionar y por supuesto deciden no entrar en el juego.

En la mayoría de los casos, esto de lo que hablamos es inconsciente, pero en todos los casos, aquél que no se dé cuenta de que esta sucesión, sea quien otorgue al sucesor o quien la tome, serán llevados a caminos sin retorno.

Porque el compromiso de otorgarlo y tomarlo, se hará sobre bases inciertas y uno entregará y el otro tomará a un muerto al que hay que echarle perfume para no darse cuenta de que está muerto, y a la larga la empresa por más fuerte y por ganancia que dé, terminará deteriorada sin entenderse las causas que la llevaron a esta situación.

El papel del Mentor es poner en palabras y denunciar estas situaciones clarificando la postura de quien se niega a tomar la sucesión, quien aparece como un traidor a la causa familiar.

Agregado a esto, frente a la sensación de sentirse tomado por tonto, por no “aprovechar” las prerrogativas que le son dadas “supuestamente” al hacerse cargo de una empresa funcionando, el Mentor ayuda a legitimar el criterio del “aparente tonto–traidor” sosteniéndolo con claridad y determinación.

Es función del Mentor el ayudar al empresario a encontrar un nuevo rumbo en su vida, un nuevo proyecto a emprender y dejar de obligar a quien no tiene ningún interés a seguir con un camino que la vida, su familia, la casualidad o la oportunidad le hizo seguir a él mismo.

Ernesto Beibe Marianela Ruiz
Mentor Mentora

ernesto.beibe@gmail.com maruiz20@yahoo.com
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