La familia en bloque

02 marzo, 2011

Sobre las “lealtades familiares”. Uno para todos y todos para uno. Sin saber hacia adónde van. ¿La conoce?

Esta familia era una familia especial.

Padre, madre, un hijo de 38 años y una hija de 30. Y compartían una empresa.

No solo compartían la Compañía, sino la casa donde vivían, en las afueras de la ciudad, el auto en el que la familia completa, después del desayuno viajaba a la empresa, donde por supuesto, todos hacían todo.

Cuando cerraban la persiana, los cuatro abordaban el auto, y así volvían a la casa, donde cada uno -se suponía- se ocupaba de sus asuntos.


Los dramas

En realidad, todos cenaban la misma comida, se sentaban a ver los mismos programas de televisión o los mismos videos.

Lo único que el padre hacía, que no era compartido por todos, era alcoholizarse y quedarse despierto hasta altas horas de la madrugada.

Esto, que aparentaba ser una imagen idílica de esta familia, si uno acercaba el oído, podía escuchar los dramas que se desarrollaban:

•La madre hacia años no tenía relaciones sexuales con su marido acusándolo de alcohólico, el padre que justificaba su alcoholismo por no poder ejercer su rol como hombre.

•La madre utilizaba a su hijo en una solapada versión de pareja para ella.

•Una discusión constante, en el auto, en la casa, en la empresa acerca de clientes, producciones, ventas, proveedores, delante de los empleados, delante del cajero del supermercado (al que iban todos juntos),

•Las quejas constantes acerca de las novias o presuntas novias que quería presentar el hijo a la familia.

•La permanente amargura de la hermana al no conseguir alguien potable con quien organizar una pareja estable, desarrollando conductas histéricas frente a cada proveedor, cliente o quien le viniese en mano.

•Las peleas de los padres con los hijos tomando partido, la pelea de los hijos con los padres tomando partido.


Empresa paralizada

Si usted, lector, a esta altura ya está un poco inquieto, imagine a los componentes de la empresa paralizada, empleados, proveedores, clientes.

Y la ansiedad y la angustia (cuando tomaban conciencia, y esto no era muy habitual) de los mismos personajes de este relato, que no sabían cómo salir de esta trampa de lealtades en las que TODOS, sin excepción estaban inmersos.


Este infierno

Una vez que pudimos escuchar estas disonancias en lo que parecía una familia unida, tratemos de entender la trama que subyace en este infierno no denunciado, porque “entre nosotros, todo bien”.

Porque a esta altura y en el tipo de familias a las que pertenecemos, algo de esto se cuela, aunque no sea en semejante grado de disfuncionalidad, pero puede impedir nuestro crecimiento y lo más importante: la dignidad y la libertad.


Indefinición de roles

En el tipo de familia en bloque la falla más importante es la definición de los roles. No aparecen marcados los roles de padres y de los hijos: los cuatro se convierten en pseudo-adultos, niños, adolescentes…

Esto ya aparece en la historia de la familia originaria de la madre, que podemos detectar a través del Genograma.

La “madre novia” con el hijo, a quien no le permitirá desarrollar una relación exogámica exitosa, mientras el padre bebe para no decir lo que piensa y la hija es la novia de todos pero de ninguno.


Explotación mutua

Para que esta familia pudiese sobrevivir en el plano emocional, tanto padres como hijos se explotan unos a otros y son explotados en sus esfuerzos para satisfacer necesidades de dependencia mutuas.

Por eso ninguno hizo el intento de tener su propio hábitat, comprar su propio auto (aunque los números daban y con creces).

En este tipo de familias, el hijo tiene un comportamiento pendular: se mueve hacia la exogamia, y parecería que ahí se quedan, pero vuelven inexorablemente al grupo. Claro, por lealtad.


Amar y ser amado

Contemplar la idea del matrimonio significa que su lealtad para la familia prevista debe poder superar las lealtades originales.

La capacidad de amar y ser amado, el proyecto de armar una familia con valores distintos a la familia de origen, la lealtad hacia los hijos que van a nacer o ser criados, el sentimiento consciente de rescatar y ser rescatado por el otro de una situación nociva, vergonzosa o penosa, son factores que deben predominar para ejercer un contrapeso respecto de su vinculo de lealtad original.

Si esto no se da, los compromisos de lealtad originales, inconcientes en su mayor parte, tienden a socavar los nuevos compromisos.


Soluciones no tan triviales

De soluciones, aparentemente triviales, fueron desarrollándose otras con mayor envergadura.

1) Comenzamos con la salida de los padres al cine, dos veces por semana, en forma regular, al cerrar la labor diaria de la empresa.

2) Esto hizo, en primer lugar, que ellos comenzaran a comunicarse, que él dejara de beber por lo menos durante esos días de salida, que cada uno de los hijos estuviese obligado a encontrar salidas sociales, porque ya encerrarse en la casa no les era “útil” a las lealtades familiares.

3) Organizamos roles, funciones y tareas dentro de la empresa, cada uno podía reconocerse en sus propias aptitudes y hacerse cargo de sus compromisos.

4) El hijo planteó la necesidad de organizar su propia vida (aunque ya veremos que le tocó luchar por ello), la hija encontró relaciones exogámicas fuera de los habituales escarceos en la empresa.


Tener vida propia

Las soluciones que hemos encontrado, junto con esta familia, fueron comenzar a tener cierta vida propia (todo de golpe resolver es imposible), y realizar acciones para que, sin quedar adheridos, gozaran de un buen y fecundo acercamiento, con el permiso de crecer y desarrollarse para cada uno, y como corolario, el éxito de la empresa de vivir de cada uno, así como sacar de su parálisis a la empresa comercial con su consiguiente éxito económico.

Prof. Ernesto Beibe | ernesto.beibe@gmail.com
Dra. Marianela Ruiz | marian.mentora@gmail.com
www.mentoringempresario.com

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